"Las
primeras veces que alguien sale con el bastón agacha la cabeza, se hace un ovillo porque piensa que algo le va a
golpear". Por ello, el sistema desarrollado por la UMH
consta de tres sensores que detectan los objetos que el
invidente tiene su alrededor, avisándole a través de la vibración de una pulsera magnética de aquellos que se encuentran
exclusivamente sobre su cabeza, como las ramas o los toldos de los bares, para
no saturarle de información.
Un
microcontrolador regula la distancia de detección según las necesidades del
usuario: se programa previamente el dispositivo para que se adapte a cada
invidente, según sus características
físicas, como la altura y la anchura de los hombros, o la velocidad de sus pasos.
"Cuando presentamos el bastón en Terrasa, un invidente venía con un moratón
en la cara. Esa misma mañana se había dado un golpe", explica Eduardo Fernández,
profesor de la UMH y coordinador del grupo de Neuroingeniería Biomédica que ha
desarrollado este bastón. "Muchos tienen miedo a salir y en este caso tiene solución".
Desde
hace dos años, los investigadores de la UMH han
ido perfeccionando el sistema con las aportaciones de otros invidentes.
Al principio pensaron que los avisos
fueran sonoros, pero pronto les quitaron la idea: necesitan tener libre el oído.
También han tenido que adaptarlo a todo tipo de estancias (en el metro hay
demasiados obstáculos y era necesario distinguir personas y objetos),hacerlo
ligero (tan solo pesa 50
gramos) e integrarlo como un dispositivo intercambiable que sirva para
cualquier bastón.
Su
facilidad de uso, que la batería dure varios días y su precio (Eduardo
Fernández señala que no costará mucho más que un bastón tradicional) podrían
distinguir al bastón Egara de otros dispositivos, como el más antiguo Ultracane,
desarrollado en la Universidad de Leeds en Reino Unido, que funciona por
detección de los ultrasonidos y cuesta más de 800 euros.
Investigadores
de India han desarrollado también recientemente Smart Cane, capaz de
detectar los obstáculos por encima de la rodilla en un rango de medio metro y
que incluye aviso por vibración. Tan solo cuesta 3.000 rupias (unos 41 euros)
porque los investigadores que lo han diseñado quieren que pueda venderse en los
países en desarrollo.
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